Reseña: The Duke – Lord’s Legacy
Introducción
¡Recluta! ¡Maniobra! ¡Conquista! La política de la corte suprema es elegante, oscura y sutil. No así en los ducados periféricos. Duques rivales compiten por tierras no reclamadas lejos del alcance del rey, y la posesión es la ley en esas tierras. Usa tus fuerzas para capturar tropas enemigas antes de perder la oportunidad de reclamar la tierra para tu ducado.
Así se nos presenta The Duke: Lord’s Legacy, un diseño de Jeremy Holcomb y Stephen McLaughlin. Publicado por primera vez en 2013 en una edición en inglés por Catalyst Game Labs, siendo reimplementado en 2018 bajo el título de The Duke: Lord’s Legacy añadiendo escenarios con piezas particulares.
No se encuentra publicado en español, por lo que tendréis que recurrir al mercado de importación para haceros con una copia (es completamente independiente del idioma). Permite partidas a 2 jugadores, con una edad mínima sugerida de 13 años y una duración aproximada de 30 minutos. El precio de venta al público es de 37,95€. Para esta reseña se ha utilizado una copia de The Duke: Lord’s Legacy en inglés de Catalyst Game Labs.
Importante: si ya conoces el juego y/o sólo te interesa mi opinión sobre el mismo, puedes pasar directamente al apartado de Opinión. Los apartados Contenido y Mecánica están destinados especialmente a aquellos que no conocen el juego y prefieren hacerse una idea general de cómo funciona.
Contenido
Dentro de una caja de cartón de dos piezas (tapa y fondo), de dimensiones 24,4×18×6,1 cm. (caja rectangular pequeña de dimensiones similares a Decrypto), encontramos los siguientes elementos:
- Tablero de Juego (de cartón)
- 2 Bolsas (de tela)
- 42 Losetas de Tropas (21 por color) (de madera)
- 8 Losetas de Leyendas Artúricas (de madera)
- Tarjetas de Referencia (de cartulina)
- Reglamento
Mecánica
The Duke: Lord’s Legacy es un juego de corte muy abstracto en el que los jugadores añadirán y desplazarán piezas a un tablero cuadriculado de seis casillas por lado. Estas piezas se encontrarán en una bolsa de la que serán extraídas por los jugadores a la hora de ponerlas en juego (con la incertidumbre que ello supone). Cada pieza muestra un patrón de actuación a doble cara, de forma que, cada vez que se activa, la pieza se voltea, cambiando su capacidad de movimiento. Cada jugador dispondrá de una pieza particular, el Duque, cuya particularidad es que todas las piezas nuevas que se introduzcan al tablero deben hacerlo en un espacio ortogonalmente adyacente a él. Las piezas pueden capturar a las piezas del rival si su movimiento permite desplazarla a la casilla que ocupa. La partida la ganará el jugador que capture al Duque del rival.
Conceptos Básicos
Empecemos por el Tablero de Juego. Este muestra una cuadrícula de seis casillas por lado sobre el que las piezas se desplazarán.
Estas Piezas muestran dos patrones de actuación distintos, uno en cada cara de la pieza. Cada uno de estos patrones muestra una cuadrícula con cinco casillas por lado donde encontramos un símbolo de peón en la casilla central que representa a la propia pieza cuyo color y fondo indican qué cara se está mostrando (cara inicial con peón negro sobre fondo blanco y cara no-inicial con peón blanco sobre fondo negro). El resto de casillas mostrará una serie de iconos que representan los distintos tipos de movimiento que puede ejecutar el peón desde su casilla. En la zona derecha aparece un símbolo representativo del tipo de pieza y en la banda inferior el nombre de la misma. Las piezas entrarán en juego siempre por su cara inicial y siempre orientadas de forma que el jugador al que pertenece pueda leer su nombre. Cada vez que una pieza ejecute un movimiento, será volteada, mostrando el patrón contrario. Algunas piezas muestran habilidades mejoradas, indicándose con un borde de doble línea. Estas piezas suelen pertenecer a conjuntos temáticos (las piezas del juego base no tienen habilidades mejoradas).
Algunas nociones sobre la simbología. Tenemos símbolos negros y símbolos blancos. Los negros indican que la pieza debe poder desplazarse hasta la posición indicada sin cruzar por casillas ocupadas, mientras que los símbolos blancos indican que la pieza puede desplazarse a la casilla indicada independientemente de si hay piezas ocupando las casillas intermedias. También habrá símbolos que permitan a las piezas actuar sobre piezas adicionales sin desplazarse. Así, será posible capturar piezas a distancias o realizar movimientos con otras piezas, indicándose las casillas sobre las que se puede actuar de esta forma. En los conjuntos temáticos encontraremos símbolos adicionales que, por ejemplo, permiten congelar a otras piezas o impedir el ataque por determinadas trayectorias.
Con esto tenemos suficiente.
Preparación de la Partida
- Se coloca el tablero en el centro de la mesa entre ambos jugadores.
- Cada jugador escoge un color y toma todas las piezas de dicho color y una bolsa.
- Aparta la pieza del Duque (Duke) y dos lacayos (Footman) e introduce el resto de piezas en la bolsa.
- Se escoge aleatoriamente al jugador inicial, que colocará su duque en cualquiera de las dos casillas centrales de la fila más cercana a su posición y los dos lacayos en casillas ortogonalmente adyacentes. Tras esto, su rival hará lo propio.
¡Ya podemos comenzar!
Desarrollo de la Partida
Una partida de The Duke: Lord’s Legacy se desarrolla a lo largo de un número indeterminado de turnos alternados por los jugadores, comenzando por el jugador inicial.
En cada turno, el jugador activo deberá escoger entre:
- Activar una Pieza. El jugador desplaza una de las piezas que tenga el tablero a una casilla que permitida según su patrón de actuación. Tras esto, la pieza es volteada para mostrar su otra cara una. La pieza no puede abandonar el tablero ni entrar en casillas ocupadas por piezas del propio jugador. Si accede a una casilla ocupada por una pieza rival, dicha pieza será capturada.
- Color una Nueva Pieza. El jugador saca de la bolsa una nueva pieza y la coloca en una casilla ortogonalmente adyacente al duque. Esta opción solo podrá escogerse si el duque tiene casillas adyacentes ortogonalmente libres.
- Activar Habilidad Mejorada de una Pieza. El jugador activa la habilidad de una loseta que tenga sobre el tablero.
Tras esto, el turno pasa al jugador contrario.
Fin de la Partida
El final de la partida se alcanza cuando un jugador captura al duque de su rival, proclamándose vencedor.
Variantes
Leyendas Artúricas. Esta reimplementación de The Duke incluye un set de losetas con personajes de leyendas artúricas que generan asimetría entre los jugadores, ya que el jugador con piezas claras recibirá seis losetas con Arturo, Ginebra, Lanzarote, Percival, Merlín y Camelot, mientras que el jugador con piezas oscuras recibirá las piezas de Morgana y de Mordred. Estas piezas sustituyen a determinadas piezas del conjunto básico. Además de las particularidades de movimiento, las piezas blancas deben capturar tanto a Morgana como a Mordred para ganar, mientras que las piezas oscuras solo deben capturar a Arturo.
Opinión Personal
Hoy vengo a hablaros de uno de esos juegos que cuando uno lo ve en fotos y no sabe absolutamente nada él seguramente sentirá un choque de emociones. Por un lado, curiosidad por unas piezas de madera con una iconografía relativamente completa. Por otro, cierto rechazo por un diseño espartano y que puede parecer más complejo de la cuenta, como si de un Ajedrez (aquí su tochorreseña) sobrecomplicado se tratase.
La cosa es que cuando uno consulta el ranking de abstractos en la BGG se encontrará a este The Duke: Lord’s Legacy bastante arriba en una primera página repleta de juegos que, ciñéndome a la definición estricta de qué es un juego abstracto, no deberían aparecer en dicho listado, como por ejemplo Harmonies (aquí su tochorreseña), Azul (aquí su tochorreseña) o Nova Luna (aquí su tochorreseña).
The Duke: Lord’s Legacy podríamos decir que es el precursor de War Chest (aquí su tochorreseña), con una dinámica parecida en la que los jugadores tienen distintos tipos de piezas que podrán desplegar en un tablero con la intención de alcanzar una determinada posición. En The Duke: Lord’s Legacy, como su nombre indica, el objetivo es capturar al duque rival, que es una de las tres piezas que comienzan la partida sobre el tablero.
El resto de piezas se encuentran en una bolsa que cada jugador tiene a su disposición y, alternativamente a desplazar una de las piezas ya desplegadas sobre el tablero, podrá desplegar una nueva pieza. El proceso es tan sencillo como meter la mano en la bolsa y colocarla en una casilla libre ortogonalmente adyacente al duque, pudiendo desplazarla siguiendo su patrón de movimiento en un turno posterior.
La principal peculiaridad del juego es justamente esta, que cada pieza tiene un patrón de movimiento particular, el cual se representa mostrando una cuadricula donde aparece un peón en la casilla central referenciando a la propia pieza, y marcando en las casillas que la rodean los posibles desplazamientos.
La segunda particularidad es que cada pieza no tiene solo un patrón, sino dos (uno por cada cara) y, cada vez que una pieza se active, habrá que voltearla, de forma que una misma pieza no podrá disponer del mismo margen de maniobra en dos turnos consecutivos. El ejemplo más sencillo es el del propio Duque, que puede desplazarse lateralmente o verticalmente según la cara que muestre.
Así, la partida va a consistir en un asedio mutuo intentando dominar el tablero a base de desplegar piezas y menguar la capacidad de maniobra del rival capturando a sus tropas hasta que se llegue a una situación en la que el duque contrario no tenga escapatoria y sea capturado.
Al igual que War Chest, The Duke: Lord’s Legacy es un juego que me gusta mucho, pero al que me cuesta ponerle la etiqueta de abstracto con todas las de la ley, ya que tenemos una importante influencia del azar, que puede llegar al punto de generar un bloqueo en el jugador si, al desplegar una tropa en la única casilla disponible adyacente al duque, esta muestra un patrón de movimiento que, en la situación actual, le impide desplazarse, no pudiendo desplegar nuevas tropas (con lo que ello conlleva).
Pero es cierto que este azar afecta al cálculo con cierto retardo. Es decir, podemos descontar la incertidumbre por el tipo de pieza que un jugador puede llegar a desplegar y no tener en cuenta el árbol de decisiones que pueden generarse en función de dicho tipo, y simplemente tener en cuenta para el siguiente movimiento que nuestro rival, a continuación, puede, potencialmente, desplegar una pieza.
Ya, no tenemos información perfecta, pero esto facilita el cálculo y simplifica la toma de decisiones. O la complica hasta extremos absurdos, porque podríamos asumir que la siguiente pieza puede ser cualquiera de las que quedan por salir. Algo así como La Tropa de Schödinger, que son todas a la vez. Solo cuando el jugador mete la mano en la bolsa queda determinada, pero podríamos haber calculado todas las opciones derivadas de la aparición de esa pieza en ese momento y haber hecho los cálculos correspondientes. Pero, como digo, sería una locura ineficiente, así que mejor dejarse llevar y disfrutar de ese punto de incertidumbre.
Pero entonces ¿es abstracto o no? Dejémoslo en que es un juego en un alto porcentaje abstracto en el sentido de que sí se generan las dinámicas que uno esperaría en un juego de este tipo, esto es, permite el cálculo de movimientos para intentar buscar la mejor jugada. Y como la mayoría de los mortales no somos capaces de ver mucho más allá de dos o tres movimientos, tampoco hay que rasgarse las vestiduras porque en The Duke: Lord’s Legacy un elemento aleatorio nos lo impida. De hecho, podríamos considerarlo una virtud gracias a la cual se aleja ligeramente de la gran mayoría de abstractos que muchas veces acaban resultando variantes de una misma idea.
Pero es que además The Duke: Lord’s Legacy es muy divertido por esa dinámica de enviar las tropas en oleadas intentando acabar con el ejército rival. Es un juego muy directo en el que continuamente están eliminándose piezas del tablero y reponiendo rápidamente el mismo con nuevas unidades que disponen de capacidades distintas.
Una reserva de tropas que, además, funciona como limitante del juego, ya que, si la partida se alarga sin que ningún jugador consiga capturar al duque contrario, llegará un momento en el que se agotará la bolsa y el jugador solo podrá actuar con las piezas que queden en el tablero, por lo que el final de la partida estará cerca. Rara es la partida que llega a la media hora.
Con todo, el tema de que se puedan generar bloqueos por azar me parece un punto negativo al que se suma el tema de los patrones. Y es que The Duke: Lord’s Legacy tiene un ligero punto engorroso por el que los jugadores tienen que estar continuamente mirando la cara contraria de sus piezas para calcular cómo quedaría la posición tras un movimiento de la misma. Es cierto que en el reglamento aparece una hoja de referencia con ambas caras de cada pieza, pero también es fastidioso tener que estar consultando dicha hoja de continuo porque requiere una mayor capacidad espacial al tener que imaginar el patrón en la posición concreta sin imaginarlo.
En esta tochorreseña estamos utilizando una copia de lo que vendría a ser la segunda edición, la cual realmente no cambia en nada el juego más allá de abrir la mano a expansiones mediante conjuntos de piezas que generan asimetría, como las piezas artúricas que se incluyen en la caja u otras que se pueden adquirir de forma adicional. Todos estos conjuntos son compatibles con ambas versiones del juego (la original y Lord’s Legacy), por lo que esta reseña aplica igualmente al juego original.
Pasemos a la producción. Es imposible huir del magnetismo que generan estas piezas de madera con patrones serigrafiados. Es de esos juegos que, cuando no sabes las reglas, te genera una enorme curiosidad saber cómo funciona el juego simplemente por la gran cantidad de información simbólica que hay en cada pieza. Piezas de una madera de buena densidad cuyo único problema es el tema del barniz. No es que sea algo que impacte negativamente, pero seguro que habrá jugadores a los que les generará cierto grado de ansiedad que el tono de las piezas de un mismo jugador no sea homogéneo. El reglamento está bien estructurado y no deja lugar a dudas.
Y vamos cerrando. The Duke: Lord’s Legacy es un juego que, por norma general, todo el mundo catalogaría como abstracto, aunque a mí me cuesta etiquetarlo de esta forma por la presencia de un elemento aleatorio, funcionando como una especie de ajedrez en el que las piezas se despliegan sin saber cuál es la siguiente que va a tocar. Con todo, esto no impide el cálculo de movimientos en un amplio margen, por lo que se acaba generando la dinámica típica de los juegos abstractos, pudiendo verse incluso como una virtud esta pizca de azar que lo aleja de tantos abstractos que parecen clónicos. Es un juego muy divertido, ágil y con momentos de masacre absoluta en la que las piezas entran y salen del tablero a gran velocidad. El mayor problema es que el azar a la hora de desplegar piezas puede generar bloqueos inesperados, aunque el jugador tendrá su cuota de responsabilidad por haber llegado a esa posición. Con todo, me parece un diseño muy interesante y si os gustan este tipo de juegos, The Duke es una opción muy recomendable. Por todo esto le doy un…
Muy buena reseña. Este para mí, pese a sus defectos, es un sobresaliente
Amor por las losetitas de madera xD
Este juego es un pepino y un must have para todo el k le gusten los juegos de mesa y pueda jugar a dos, aunque en mi opinión war chest esta por encima la simplicidad de este le hace ganar muchos puntos a la hora de cual jugar
Para mi están prácticamente al mismo nivel. Ninguno me parece un juego imprescindible. Un ocho solido ambos. Si tengo que escoger, me quedo con este por eso mismo. Mas sencillo de explicar, mas dinámico, con un final mas emocionante (en War Chest muchas partidas acaban con un clímax en caída por el desgaste de alguno de los rivales).