Primeras Impresiones: Mesopotamia
Hace miles de años, las tribus nómadas empezaron a asentarse en Mesopotamia. Ahora, podrás liderar una de esas tribus, explorando zonas desconocidas, construyendo cabañas y creando lugares sagrados donde recoger el valioso y deseado Maná. Al mismo tiempo, todos las tribus deben colaborar en la construcción de un magnifico templo en honor del Dios Marduk. Las distintas tribus llevarán sus ofrendas hasta este poderoso templo, esperando hacerse merecedoras de la protección y la bendición divinas. La mejor de las recompensas solo será para el líder que consiga depositar todas las ofrendas de su tribu en el templo en primer lugar. ¿Serás capaz de conducir tus tribus hasta el lugar correcto para contentar al Dios Marduk?
Así se nos presenta el que, junto a The Downfall of Pompeii (aquí su tochorreseña), sea el diseño más conocido del gran Klaus-Jürgen Wrede si excluimos de la lista a toda la saga Carcassonne (aquí su tochorreseña). Un juego publicado hace ya unos cuantos años por Phalanx Games en el que los jugadores toman el control de una tribu en una carrera por ser el primero en realizar cuatro ofrendas.
Nos encontramos con una carrera que envuelve a un juego de desarrollo bastante procedimental. El objetivo principal es ser el primero en depositar sus 4 ofrendas en el templo. Para ello se ha debido construir 4 cabañas (que son las que introducen las losetas de ofrenda en el tablero), así como templos para elevar el maná, con el cual pagaremos los puntos indicados en la loseta. Para poder construir ambas estructuras nuestros trabajadores deberán desplazarse (con un máximo de pasos en global) por un tablero hexagonal (con un curioso sistema de conexión) para obtener y transportar los recursos necesarios (piedra o madera). Estos recursos son finitos, por lo que habrá que explorar nuevos horizontes para encontrar bosques y canteras sin explotar. Para aumentar la eficiencia, los jugadores podrán introducir nuevos trabajadores en el tablero si, al final del turno, una pareja de los que ya tenga en el tablero se encuentra en una loseta con cabaña de su color. Como no podría ser de otra forma, los jugadores podrán ponerse la zancadilla con una pizca de mayorías. Si en una misma loseta se encuentran trabajadores de diferente color, podrá sustraerse el material que transporte un peón rival que se encuentre en minoría. Por último, se incluyen unas cartas que activan diversos efectos que le confieren algo de sabor al conjunto.
Digo un poco de sabor porque nos encontramos con un diseño soso. Es cierto que mecánicamente está todo bastante bien pensado, pero no deja de ser un pick-up & deliver de esos que tanto odio con una pizca de desarrollo. Que sea una carrera es una de las pocas ventajas que puede tener, de forma que las partidas no se alargan demasiado. Pero la sensación será que llevamos dos horas moviendo peones para arriba y para abajo para transportar elementos, construir y ampliar nuestra capacidad.
Como es de suponer, el juego como más se puede llegar a disfrutar es a cuatro jugadores, con rutas ocupadas en casi todas las ocasiones y viéndose obligados a explorar y buscar alternativas de forma constante. Pero, aun en su configuración más potable, sigue resultando una medianía que, si bien no decepcionará, no dejará el más mínimo poso en nosotros.
Lo único realmente destacable es el nivel de producción. Pocos juegos de la época en la que se publicó este Mesopotamia pueden presumir de tanta calidad (que dejaría en evidencia a producciones de hoy en día). A destacar la figura del templo y las piedras, que son de verdad, aunque tienen un tacto rugoso que da algo de grima tocar. Parece como si las hubiesen cogido de una pecera que iban a tirar.
Aunque el señor Wrede sea casi un dios por haber parido Carcassonne, no genera en mí ese afán coleccionista que si consiguen otros autores. Yo como siempre, recomiendo darle un tiento si se tiene curiosidad, pero yo no creo que vuelva a verlo en mesa.