Tarde de Domingo (28 de Julio de 2013)

Bueno, ya volvimos de nuestras merecidas vacaciones y tocaba echar una sesión de juegos. La verdad es que solo un compañero más andaba disponible, por lo que fuimos solo tres. Un número casi ideal para prácticamente todos los juegos.

Empezamos con el plato fuerte de la tarde. La segunda partida que echamos a mi última adquisición, El Grande. Para nuestro colega era su primera vez, lo que se notó mucho, pues se quedó descolgado rápido en la partida y le fue imposible remontar. Es algo que he notado en este magnífico juego, y es que no hay compensación de ningún tipo en la mecánica en función de las puntuaciones. De hecho ocurre todo lo contrario. Si un jugador logra obtener una ventaja importante y el resto de jugadores no lo impiden, seguramente esa ventaja lo único que hará es ir creciendo. Al final, viendo que no podía hacer nada en la partida, nuestro «queridísimo» compañero decidió ejercer de juez, y decantó la partida en favor de mi novia, que me gano por tres irrisorios puntos (esta se la guardo).

El Rey en Granada, mas a gusto que un arbusto
El Rey en Granada, mas a gusto que un arbusto

Para liberar tensión, decidimos echar un ¡Pingüinos!, donde me tomé la revancha. La verdad es que tanto mi novia como nuestro amigo empezaron algo desenchufados en la partida, tanto en la colocación de sus pingüinos así como en los movimientos iniciales. Tras despistarles un poco con un par de movimientos algo erraticos, y aprovechando que empezaron a pegarse por los mismos peces, dividí el tablero en tres zonas, dejando muchos de sus pingüinos bastante aislados. Finalmente una amplia victoria para mí con un margen de veinte puntos.

Disposición inicial de locura
Disposición inicial de locura

Y por último, para acabar con una sonrisa, echamos un Diavolo. Para darle más emoción, nosotros jugamos con la regla de que se lanzan todos los componentes (diablitos incluidos). Y por si fuese poco, como podéis ver en alguna de las imágenes, usamos un mantel con estampados de vacas sobre un fondo azul, por lo que los dados y diablitos negros y blancos se confunden y no se ven de forma sencilla. Y, finalmente, para darle más emoción y puesto que mi novia anda lesionada en la muñeca de su mano hábil, decidimos jugar todos con nuestra mano «de palo», es decir, mi colega y yo con la izquierda (somos diestros) y mi novia con la derecha (zurda ella). Mi colega fue el primero en caer, aduciendo que solo veía vacas por todos sitios. Y tras un intenso cara a cara con mi novia en el que los arañazos y empujones estuvieron a la orden del día, finalmente, se hizo con la victoria. Pero al menos me reí.

Espero que el fin de semana que viene se una otro compañero que anda más perdido que el barco del arroz y podamos jugar a algo más profundo, que tengo ganas.

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